Crónica
de la visita al Päiväkoti Siilitie Por Marta Torras. Figueres (Girona) |
Hacía
un día de sol magnífico y las criaturas jugaban al aire libre.
Dos edificios de planta baja enmarcaban un espacio de patio con varias zonas. Uno era habilitado para los niños de 10 meses hasta 3 años y el otro, para los de 3 a 6 años. El patio, rico en recursos y material, presentaba árboles grandes, desniveles, rampas con varios toboganes y escaleras, estructuras para trepar, para columpiarse, para dar volteretas, mesas y bancos de madera, triciclos, arenal, palas La zona de los pequeños, abierta al resto del patio, invitaba a ir a explorar otros espacios y a relacionarse con otros niños y adultos. Se respiraba un ambiente agradable y tranquilo. Un grupo de niños y niñas de los mayores hacían una actividad de plástica en las mesas de "pic-nic" y otros bajaban por los toboganes o se columpiaban Los adultos observaban los juegos o hablaban con algún niño. Una maestra que hablaba castellano, nos mostró el interior de los edificios. Me fue imposible seguirla todo el tiempo puesto que a menudo nos parábamos para mirar alguna foto o a observar algún rincón o situación. Por ejemplo, una maestra entró del patio con una niña pequeña. Se sentó en una silla baja y, conversando, le sacó el pañal y esperó que la niña se sentara en el orinal y que hiciera pipí. Observaron y tocaron el pañal antes de que la maestra se lo volviera a poner. El tono de la conversación parecía muy natural y amigable por parte de las dos. No había prisa y era de envidiar. El material de juego y de aprendizaje creaba una atmósfera equilibrada y llena de propuestas. Se repetían los sofás en varias salas mientras que las zonas compartidas por adultos y niños dotadas con ordenadores y fotocopiadora, se integraban dentro de este mobiliario casero, limpio y lleno de plantas. Se intercalaban rincones de naturaleza, mesas con propuestas de juegos de matemáticas o cuentos, zonas de juego simbólico como una salita de estar Incluso una pequeña habitación con una cama de matrimonio, una más pequeña con barandillas y lavabo al lado. Todo a medida del niño invitaba al juego. Escuchamos a un chico joven que tocaba el piano y cantaba junto con otras educadoras y un grupo de niños y niñas, sentados en sillas. Cada cual iba con zapatillas o descalzo, según quería. En la segunda canción los educadores saludaban a los niños nombrándolos y, de uno en uno, salían a comer. Al mismo tiempo otro grupo esperaba la comida sentado ante unas mesas bien paradas, con un pequeño mantel en medio y una planta encima mientras una maestra les leía un cuento. Al despedirnos encontramos dos mesas con una maestra y cinco niños cada una, comiendo todos juntos al aire libre... Aunque era el penúltimo centro que visitábamos, no dejábamos de sorprendernos y comentar los detalles que nos mostraban una vida en su interior confortable, acogedora, llena de interacciones y relaciones variadas y positivas, así como de respeto a las necesidades y ritmos de los niños y niñas. |
Viaje
a Finlandia con la revista Infancia de la A.M.Rosa Sensat. Abril/mayo 2002 © www.elsafareig.org |