Tradicionalmente
el jardín de los centros educativos se acostumbra a considerar
como un sitio para "tomar el aire", para desfogarse,
para hacer una pausa (el recreo) entre las horas de trabajo.
Como sí la vida en el jardín no fuera un trabajo.
De hecho el espacio exterior es un recurso educativo precioso,
al menos en potencia. Entre otras cosas es el sitio privilegiado
de contacto entre el centro educativo y el territorio, el
social y el natural.
Para
vivir bien el jardín, hace falta pensar, organizar,
articular y equipar el espacio exterior como se hace con
el espacio interior. Un espacio amplio no tiene que ser
dispersador. Un gran espacio vacío provoca comportamientos
de agitación, repetitivos, cansados. En cambio, un
espacio articulado y variado invita a comportamientos inteligentes:
exploraciones, descubrimientos, intenciones, encuentros,
colaboraciones, iniciativas, proyectos, construcciones...
Es necesario diseñarlo con zonas diferenciadas, delimitaciones,
plantas, equipado con mobiliario, materiales, estructuras
para reordenar. Es útil tener muchos centros de interés
atractivos de manera que el gran grupo de niños se
divida espontáneamente en subgrupos autogestionados.
Es útil tener un terreno con desniveles, para subir
y bajar. Es útil tener zonas pavimentades: terraza,
patio, carriles para bicicletas. Son útiles los materiales
para 'trabajar' (cavar, llenar, mezclar, trasvasar, transportar,
construir...): arena, agua, tierra, hierba, grava... Es
útil tener herramientas para estos juegos-trabajo:
contenedores diferentes, capazos, palas, cucharas, regaderas,
esponjas... Respecto a los equipamientos de juego grandes
y fijos, típicos de los parques infantiles como columpios,
tobogán, estructuras para trepar, son necesarios pocos,
bien escogidos y bien distribuidos por el jardín. Sería
también bonito que hubiera madera, sin demasiados colores
fuertes.
La
belleza, la atmósfera un poco mágica del jardín,
se crea sobre todo con la presencia de plantas. Son el equipamiento
vivo. Las plantas se tienen que escoger de manera que haya
atractivo especial durante todo en el año: flores,
frutos, hojas coloreadas... Además de ser bonitas,
las plantas son útiles. Dan formas al espacio, delimitan,
dividen, son puntos de referencia estables. Árboles
y pérgolas sirven para crear zonas de sombra. Las
plantas son una fuente de materiales para jugar: pequeñas
ramas, hojas, flores, semillas... Las plantas ofrecen a
los niños espacios recogidos dónde retirarse 'en
privado'.
En
el jardín la presencia de los adultos es determinante.
No se trata de vigilar en el sentido tradicional sino de
'velar'. El adulto lleva la dirección educativa, prepara,
contiene, acompaña, sugiere, escucha, dialoga, interactúa.
Es un rol de responsabilidad y diferenciado. Es bueno tener
pequeños bancos colocados en sitios estratégicos
dónde el adulto se pueda sentar y estar presente sin
intromisiones. La persona adulta sentada constituye un atractivo
y un punto de referencia para el niño.
Del
jardín se disfruta todo el año, por lo tanto hace
falta prever el equipamiento adecuado para cuando hace 'mal
tiempo' y es necesario prever también una sistematización
de la accesibilidad a este equipamiento.
La
vida en el jardín está llena de 'secretos'.
Lo que pasa es menos programable que lo que pasa en el interior.
Hay demasiadas variables para tenerlo todo 'bajo control'
porque una gran parte de la vida que se vive en el jardín
se esfuma. Quizás, en parte por esta característica
efímera, la vida en el jardín se valora poco.
Pero justamente los secretos son, en buena parte, el motivo
de la fascinación y del sentido del jardín.
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