EL JARDÍN DE LOS SECRETOS: ORGANIZAR Y VIVIR LOS ESPACIOS EXTERIORES
Reflexiones de Penny Ritscher expuestas en las Jornadas sobre el Espacio a la Educación Infantil los días 8 y 9 de marzo de 2002.

Tradicionalmente el jardín de los centros educativos se acostumbra a considerar como un sitio para "tomar el aire", para desfogarse, para hacer una pausa (el recreo) entre las horas de trabajo. Como sí la vida en el jardín no fuera un trabajo. De hecho el espacio exterior es un recurso educativo precioso, al menos en potencia. Entre otras cosas es el sitio privilegiado de contacto entre el centro educativo y el territorio, el social y el natural.

Para vivir bien el jardín, hace falta pensar, organizar, articular y equipar el espacio exterior como se hace con el espacio interior. Un espacio amplio no tiene que ser dispersador. Un gran espacio vacío provoca comportamientos de agitación, repetitivos, cansados. En cambio, un espacio articulado y variado invita a comportamientos inteligentes: exploraciones, descubrimientos, intenciones, encuentros, colaboraciones, iniciativas, proyectos, construcciones... Es necesario diseñarlo con zonas diferenciadas, delimitaciones, plantas, equipado con mobiliario, materiales, estructuras para reordenar. Es útil tener muchos centros de interés atractivos de manera que el gran grupo de niños se divida espontáneamente en subgrupos autogestionados. Es útil tener un terreno con desniveles, para subir y bajar. Es útil tener zonas pavimentades: terraza, patio, carriles para bicicletas. Son útiles los materiales para 'trabajar' (cavar, llenar, mezclar, trasvasar, transportar, construir...): arena, agua, tierra, hierba, grava... Es útil tener herramientas para estos juegos-trabajo: contenedores diferentes, capazos, palas, cucharas, regaderas, esponjas... Respecto a los equipamientos de juego grandes y fijos, típicos de los parques infantiles como columpios, tobogán, estructuras para trepar, son necesarios pocos, bien escogidos y bien distribuidos por el jardín. Sería también bonito que hubiera madera, sin demasiados colores fuertes.

La belleza, la atmósfera un poco mágica del jardín, se crea sobre todo con la presencia de plantas. Son el equipamiento vivo. Las plantas se tienen que escoger de manera que haya atractivo especial durante todo en el año: flores, frutos, hojas coloreadas... Además de ser bonitas, las plantas son útiles. Dan formas al espacio, delimitan, dividen, son puntos de referencia estables. Árboles y pérgolas sirven para crear zonas de sombra. Las plantas son una fuente de materiales para jugar: pequeñas ramas, hojas, flores, semillas... Las plantas ofrecen a los niños espacios recogidos dónde retirarse 'en privado'.

En el jardín la presencia de los adultos es determinante. No se trata de vigilar en el sentido tradicional sino de 'velar'. El adulto lleva la dirección educativa, prepara, contiene, acompaña, sugiere, escucha, dialoga, interactúa. Es un rol de responsabilidad y diferenciado. Es bueno tener pequeños bancos colocados en sitios estratégicos dónde el adulto se pueda sentar y estar presente sin intromisiones. La persona adulta sentada constituye un atractivo y un punto de referencia para el niño.

Del jardín se disfruta todo el año, por lo tanto hace falta prever el equipamiento adecuado para cuando hace 'mal tiempo' y es necesario prever también una sistematización de la accesibilidad a este equipamiento.

La vida en el jardín está llena de 'secretos'. Lo que pasa es menos programable que lo que pasa en el interior. Hay demasiadas variables para tenerlo todo 'bajo control' porque una gran parte de la vida que se vive en el jardín se esfuma. Quizás, en parte por esta característica efímera, la vida en el jardín se valora poco. Pero justamente los secretos son, en buena parte, el motivo de la fascinación y del sentido del jardín.