LO QUE NO SE ANUNCIA: SE VE Y SE VIVE
   
 
Desde la mañana en que abrimos puertas hasta el último momento en que es la hora de recoger pasan cosas que pensabas que podrían pasar. El recorrido puede ser visitado de maneras diferentes. Se inicia en el barrio de Cal Simon dónde nos reciben las calabazas de colores y formas que, juntas y tanto bien puestas con otros productos de la huerta de Torrelles, son un placer visual y sensorial. Esto ya lo habíamos anunciado, pero la humilde calabaza nos une y nos acerca a otros intereses relacionados con la cultura de este fruto: el arte de la cocina, de la repostería, de los instrumentos musicales. El conocimiento de las variedades, de su cultivo, de las propiedades alimentarias y terapéuticas derivadas de sus componentes como el magnesio y otras tan buenas para la memoria... Pero el intercambio es un descubrir constante que va más allá.
 
 
La exposición te sumerge en un ambiente que provoca que cada año nos guste volver a encontrarnos. Llega gente desde los pueblos más vecinos como Sant Climent, Begues o Sant Vicenç dels Horts hasta los más lejanos de todas las comarcas de Catalunya. El encuentro es como una mancha de aceite que cada año va creciendo. ¿Cuál es la magia d’esta exposición? ¿Cuáles son los mensajes que queremos comunicar?
 

Para responder estos interrogantes nos vamos haciendo preguntas. ¿Son los productos que nos atraen y nos hacen lamer los bigotes? Sin duda que el pan, los pasteles hechos de calabazas de Torrelles acompañados de mistela, las judías del ganxet y sus cascarillas son ya una tradición de la que podemos disfrutar... La variedad de calabazas, manzanas, coles, algarrobas, mazorcas, granadas tan bien puestas entre mesas y cestos acompañadas de herramientas del campo, provocan curiosidad, pero ¿hay algo más?

Investigamos por los cinco espacios del recorrido de la casa y nos paramos con las pequeñas cosas que van creando un ambiente mágico. Después salimos hacia la Llar d'Infants de Torrelles.

 
 
¿Son las sillas? Las sillas, sofás, que en cada espacio están puestas invitando a pararse, sentar, a mirar, a hablar, a pararse... Las sillas, los sofás, quieren acoger. Han sido puestos intencionadamente para crear situaciones. Cada grupo de sillas han hecho de escenario dónde hemos podido contemplar: a los abuelos y sus conversaciones, la madre que necesitaba unos momentos de tranquilidad para dar el pecho a su hija, los de cerca del fuego hablando... Las sillas en las que mientras un niño hablaba con el títere, el Pinotxo (uno de los tres) los adultos hojean una revista, un libro... ademanes provocados intencionadamente. Las sillas que estan por todas partes y te permiten sentarte ante una obra de arte, o investigar una cómoda llena de piedras y caracoles o mirar documentación. Dónde se paran y se sientan mientras un adulto explica un cuento o mira la bola del mundo. A menudo podemos ver un adulto rodeado de criaturas. La comodidad de las sillas y sofás que dejan reposar para mirar todo lo que pasa en el entorno.
 
 

La sala del piano con tres sillas. Como casi todos los espacios, es polivalente. Con mucha suavidad algunas pequeñas manos acompañadas de manos grandes nos hicieron escuchar pequeños conciertos. En muchos momentos encontrabas padres rodeados de criaturas escuchando el cuento de la sopa de calabaza en un silencio sepulcral en medio de mucha gente. Y de pronto, las mismas sillas se giran para escuchar pequeños conciertos. Una sala de tertulias en torno a temas tan peculiares que si las tres sillas pudieran transcribir las observaciones podrían escribir un libro. Intercambios del saber colectivo. Intercambios de materiales, pequeños tesoros que nos llegan de todas partes y de personas que durante muchos años estamos haciendo camino. Tesoros a partir de materiales sencillos que hacen crecer la riqueza de propuestas que podemos encontrar en muchas paredes del recorrido de la casa. Casi todo tiene una historia.

Qué vemos? Material y propuestas con una estética. Documentación que hace de espejo de lo que encontramos por la casa y por la escuela. Documentación que rezuma valores. Encontramos calabazas por todo el recorrido de la visita. Hay cestas de calabazas llenas y vacías, y ¿por qué? alguien nos preguntaba. No hace falta dar la respuesta, los niños con su juego nos mostraban la respuesta y el saber de los abuelos nos decía: las calabazas que se tocan, se manosean, se miran no se encuentran al cesto podridas -una gran verdad dicha por una abuela porqué con pocas palabras nos decía como cada día las habíamos de observar, mirar, tocar, hablar... Las calabazas no son solamente por hacer bonito.

 
 
Sin duda, el ambiente se va construyendo con la corresponsabilitzación y con el intercambio con la gente. Estos días los labradores recogen la satisfacción del trabajo de las horas de cultivo, de labrar de abonar las tierras para sembrar. Son seis meses regando, observando, mimando las calabaceras para poder hacer la cosecha. Los labradores viven todo lo que pasa y lo que hacen los niños con las calabazas en la escuela, ellos lo habían vivido en su entorno familiar. Las tertulias con la gente giran sobre como se construían los propios juguetes. Manel nos enseñó a hacer barcas con las hojas de las cañas.
 

No pudo venir la abuela Montserrat pero no faltaron sus flores prensadas. La abuela que durante todo el año ha ido recogiendo mil flores que ha ido prensando y clasificando con sobres transparentes para poderlas mirar este día. La sabiduría encontrada en el sentido común y en el conocimiento. Sintiendo sus explicaciones de otros años nos hace recordar su capacidad de observación para explicar en qué luna se deben cosechar, la hora más adecuada, como conservarlas. Tiempo para observar, para recoger, para mimar y cuidar... Tiempo para observar la transformación.

Dar y recibir, otra manera de establecer la corresponsabilitzación: das una calabaza y te vuelve un instrumento musical. Cada año vamos sumando. Las paredes de la casa se han enriquecido con obras de arte de amigos, de jóvenes artistas como Roser Bartis con sus cuadros pintados con maderas recicladas. Núria Orta, que sin estar presente nos ha dejado sus joyas hechas con semillas o Anna Molner, maestra del Taller Creativo de Torrelles presentando las obras de arte de sus jóvenes artistas. Los amigos de El Prat que con las calabazas como base se han inspirado para representar personajes, pinturas...

 
 

Dar y recibir hace crecer la despensa del material, de las ideas y de la creatividad. Un espacio que tiene un especial encanto. Los niños y no tan niños es uno de los lugares que no dejan de visitar para experimentar y jugar. Los juegos da agua, la arena fina , las cajas y cajitas llenas de pequeños tesoros... Un espacio que funciona en el que pocas veces hay desorden de material. Los niños más veteranos que cada año vienen ya saben que el mantel sirve para recoger la arena fina... Los nuevos visitantes muy pronto se dan cuenta de como funciona y ven que pueden tocar hasta el último rincón dejando cada cosa a su lugar. Un cuartito pequeño, pleno de propuestas preparadas y pensadas. Orden para poder usar el material, recogerlo y ampliarlo.

Las diferentes propuestas ayudan a descongestionar los grupos numerosos repartiéndose de una manera libre por todos los espacios y salas. El xilofon, las piedras, la lavanda, las flores, los personajes, los móviles... Todo está pensado para creer y hacer posible la construcción de esta magia que permite compartir sentimientos y experiencias que unen diferentes culturas y generaciones. Las calabazas nos facilitan mostrar la organización de espacios de participación. Espacios todos ellos diferentes para acoger la diversidad.

La escuela de los pequeños, la escuela que acoje niños, los más pequeños de la etapa educativa, es un lugar privilegiado de intercambio y de socialización. No es nada nuevo, John Dewey, los maestros de la “Institución libre de Enseñanza”, las hermanas Agazzi y otros muchos proponen la participación y la democracia como principios fundamentales de la educación.

 
 

La Llar d'Infants de Torrelles nos muestra con la documentación pedagógica y su organización del espacio y los materiales, el espejo de lo que pasa cotidianamente cuando están los niños. No es un museo para visitar, son propuestas como las que podíamos encontrar en el recorrido de Cal Simon, llevadas a la práctica. Niños, padres y maestras, día a día van experimentando y creciendo, recogiendo la documentación conjunta como podíamos ver en la caja de los recuerdos “la caja de los recuerdos de cada niño“.

Muchos maestros estamos en este proceso, un reto para hacer posible la participación acogiendo y potenciando la riqueza cultural dónde niños, maestras, familias, sociedad, son protagonistas de la construcción conjunta del proyecto educativo. Un reto que en este encuentro, junto con la Llar de Torrelles y las experiencias llevadas a cabo en muchas escuelas cuna de Catalunya, nos muestra que lo que proponemos no es una utopía.

Carme Coles y Pitu Fernàndez
Noviembre 2006.