Todo un mundo

Artículo de Carme Cols i Marta Ferrer a la revista Infancia, número 108. Maig-juny 1999. Pàgines 10-13 A.M.R.Sensat. Barcelona.

Trabajar con flores, plantas y frutas es poco habitual en las escuelas 0-3. La experiencia nos acerca a las múltiples posibilidades de experimentación, elaboración y observación que los niños y las niñas tienen con estos materiales, e invita a incorporar estas actividades a la vida
cotidiana de la escuela.

Carme Cols, Marta Ferrer

Hoy es lunes, son las nueve menos cuarto de la mañana y todavía faltan por llegar tres pequeños del grupo.La mayoría tiene dos años recién cumplidos. Mientras tanto, unos miran libros, otros juegan a comiditas y han iniciado una conversación muy interesante sobre las pieles de mandarina que el viernes colgamos sobre el radiador para que se secasen. En la sala hay un murmullo constante en torno a las diversas actividades. Se abre la puerta y entra Júlia con su madre. Las dos ríen intensamente, Júlia repite "ina fina, ina fina", y mira a su madre con cara resplandeciente y con la complicidad que finalmente ha conseguido por parte de ella, que, con l mismo ritmo y la misma insistencia que Júlia,va repitiendo "mandarina, cosa fina". Los otros iños y yo las miramos sorprendidos, sin acabar de entender a qué viene tanto jolgorio. La madre de Júlia me explica que, durante todo el fin de semana, la niña había estado repitiendo una cantinela cuyo significado ningún miembro de la familia había logrado entender, hasta que, al llegar a la escuela, la cantinela se había hecho comprensible. En la cartelera que estaba al lado de la puerta, se leía, con un gran titular: "Mandarina, cosa fina", y se explicaba la actividad central del viernes: mondar mandarinas con mucho cuidado para poder poner la piel a secar; cortar rodajas pequeñas y colocarlas sobre el radiador sobre un papel de estraza y, claro está, también comerlas.

-Debió de ser muy interesante -comenta la madre de Júlia-, porque todo el fin de semana nos ha estado hablando de ello, y nosotros sin entenderlo, ya que el viernes la vino a buscar mi tía y no me acordé de decirle que leyera la actividad del día en la cartelera -y de pronto me dice-: ¿Sabes que toda la sala está perfumada de mandarina? -ciertamente, al entrar yo también lo había notado-. Bien, te dejo, pues hoy, con todo este show, llegaré tarde al trabajo. ¡Ah!, por cierto, mi suegro dice que para el mes de mayo podéis contar con un saco de lavanda de su terreno. Bueno, ya hablaremos.

Entre tanto también han llegado Pau y Ferran. Ahora ya estamos todos, y con esta conversación el ambiente general ha subido un poco de tono. Como tengo que cambiarles los pañales a unos cuantos, a un grupito de tres les propongo que vayan al jardín a regar las plantas, una tarea que les gusta mucho realizar, y que, al mismo tiempo, hará que se calme un poco el ambiente.

Llegados a este punto se puede pensar: ¿Qué hay de innovador en lo que se ha explicado hasta ahora? ¿Por qué sólo se habla de plantas o de la mandarina? ¿Qué tiene de nuevo todo esto? Mucho o nada, según cómo se mire, es bien sencillo. Pero a nosotras no nos ha resultado nada fácil llegar al acuerdo de dedicar el pequeño presupuesto que tenemos para juguetes a la compra de utensilios de jardinería: regadoras, azadones, rastrillos, capazos, tijeras de podar, semillas, algunas plantas, y, además, tomar la decisión de que compartiríamos la idea con las madres y padres de todos los grupos. Hemos tenido que superar muchos miedos sobre los posibles peligros de las herramientas y la toxicidad de las plantas; hemos estudiado cómo se secaban y prensaban; nos hemos informado sobre en qué épocas había que podar y plantar, y, sobre todo, hemos discutido mucho acerca del interés que este tipo de actividades podían tener para los niños. Intentábamos imaginar qué podría interesarles, qué experimentos podrían hacer, cómo teníamos que proponer las actividades, las múltiples actividades que habíamos pensado para los sentidos, para la noción de tiempo y del tiempo, sobre la relación del agua y las plantas y, por lo tanto, sus necesidades, y hacíamos tantas hipótesis, teníamos tantas ideas... Pero la realidad es todavía más apasionante y todos manifiestan entusiasmo.

Con la puesta en marcha de este tipo de actividades, hemos descubierto que muchos abuelos tienen un pequeño huerto, y esto hace que tengamos unos magníficos consejeros por hacer el nuestro. Dos abuelas saben el secreto de como secar las flores, una madre domina Internet y nos inunda de información, y todos los grupos de niños disfrutan del descubrimiento de los olores, resistencias, texturas, conocen las diferentes plantas y aprenden su nombre, y tantos matices y tonos de color del verde, el rosa, el rojo, el amarillo...

En realidad, todo un mundo, el nuestro, tan próximo y que parece tan lejano cuando lo ignoramos sin incorporarlo a la actividad, a la vida de la escuela. Con esta dinámica que hemos emprendido, cada época del año tenemos nuevos olores, nuevas texturas, nuevos colores, nuevas palabras y nuevas actividades. Podemos aprender a pelar las mandarinas con mucho cuidado para aprovechar la piel, con la que haremos un "cesto de los tesoros" para los más pequeños, o bien guardaremos trocitos que, una vez secos, llenarán una cajita que, cuando la abramos, nos perfumará, o podremos picar muy finamente la piel seca para tener un pigmento natural, y todo lo que la imaginación nos vaya sugiriendo, pero ya sabemos que en abril podremos cosechar rosas de los rosales que ahora regamos y quizás con sus pétalos delicados podremos iniciar un nuevo proceso de elaboración, de descubrimiento...

Pero lo que deseo es invitaros a entrar en esta dinámica y animaros a empezar un jardín, un huerto, un espacio dónde podáis tener una cuidado especial de todo el proceso del fascinante mundo vegetal.

Sí tenéis la suerte de disponer de un patio con tierra, sólo es necesario preparar un trozo para iniciar el cultivo, preparar la tierra y, con mucho cuidado, plantar las semillas, los esquejes o las plantas que, con los niños habréis podido comprar. De este modo empieza la aventura y la responsabilidad de cuidar, de aprender juntos como y cuando hace falta regar, de observar como empieza a salir un pequeño punto verde que irá creciendo y llegará a ser una magnífica calabacera, que nos dará calabazas con las que podremos hacer un montón de experimentos y actividades: decorar, tocarlas para ver si son suaves, rugosas... Observaremos los colores con tantos tonos y gamas, otras las daremos a la cocinera de la escuela para hacer caldo, o haremos confitura. Hemos podido observar, descubrir, comprobar las habilidades de los niños cavando o cortando margaritas para dejarlas delicadamente en un bol y su ilusión de poder preparar y ofrecer regalos a los más pequeños, o su excepcional paciencia al esperar que las rosas se sequen, la gran concentración y precisión para oler y reconocer que esta planta es lavanda y aquella, romero o tomillo, o la mandarina!

Es posible organizar pequeñas parcelas especializadas, unas con flores, procurando que su ciclo de floración nos permita tener todo en el año flores frescas, otra con plantas aromáticas, otra con fresas y fresones. Lo importante es que toda esta actividad se incorpore a la vida cotidiana.

En este punto alguien puede desanimarse porqué en su escuela no hay jardín, pero siempre es posible hacer lo mismo en jardineras en la terraza y, si ni terraza se tiene, pensad como es de agradable destinar un espacio interior con plantas y flores que podamos trabajar con los niños.

Cuántas veces con la mejor de las intenciones nos complicamos la vida programando actividades, que en algunos casos resultan estériles, con mucho esfuerzo y tiempo de preparación y un resultado limitado, breve, al llevarlas a cabo con los niños, de forma que no les damos tiempo a interiorizarlas.

En la vida cotidiana, en aquellas actividades aparentemente más simples, podemos encontrar los procesos más largos y complejos, en qué los niños pueden implicarse y ser verdaderos protagonistas. Descubren, relacionan, conocen y, por lo tanto, respetan lo que les rodea porque han tenido el tiempo, un tiempo tranquilo pero continuado, recurrente, progresivo, con resultados reales, útiles, agradables, compartidos con los demás y llenos de significados personales y colectivos.